Hay momentos concretos que son como diamantes. Por un
transcurso de minutos absolutamente todo está perfecto, en paz, en harmonía,
todos los elementos de la escena en una disposición perfectamente equilibrada.
Esta mañana he vivido un momento así.
Bajando por la escalera mecánica de la estación de metro he
escuchado al tío de todos los días tocando al nocturno Op. 9 No 2 de Chopin con
su piano electrónico y, como por arte de
magia, todo el universo se ha puesto a cámara lenta. Durante los cuatro minutos
de espera del tren sólo he visto entidades perfectas, en el sitio en que el sistema
cósmico haya querido que estuvieran en ese mismo momento. Respirando paz y
organización, todo siendo como debería ser, como tuvo
que ser desde el principio de los tiempos.
Momentos así suelen ser de muy corta duración. Pero si se está
muy atento, durante lo poco que duran, se puede ver reflejada toda la
belleza que puede tener la vida humana: hasta lo más banal, común e
insustancial llega a tener una organización, arreglo y orden. Una belleza inmensa
que la mayoría de la gente se la pierde. Pero que está ahí, al alcance de cualquiera.
Basta con dejar que se te manifieste.
imagen: lika kalandadze - ¡de UNA PUTA VEZ podemos compartir este dato, yujú!
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