Hace ocho años dije que aquí me
quería quedar.
Venir a Madrid fue como terminar
un largo viaje y llegar a casa, alcanzar por fin el destino final.
Adoro esta ciudad. Su luz, sus
calles, su gente.
Adoro las infinitas aventuras que tiene.
Adoro las noches que empiezan por
unas cañas y acaban en un recoveco donde el whisky se sirve hasta que la noche
dé bienvenida a la luz del día.
Adoro la Gran Vía pronto por la mañana de un domingo cuando el asfalto huele a recién regado.
Adoro la Gran Vía pronto por la mañana de un domingo cuando el asfalto huele a recién regado.
Adoro las noches calurosas cuando todo el mundo suda y se siente vivo.
Adoro los planes espontáneos que surgen después de la medianoche.
Adoro las señoras mayores con sus tacones y sus labios pintados de rojo.
Adoro las tardes de domingo en invierno, cuando atardece pronto pero que aún queda tiempo para ir al cine.
Adoro los días de lluvia cuando las luces del tráfico se convierten en millones de piedrecillas translúcidas.
Adoro los bares de viejos donde el vermut se sirve de grifo.
Adoro los caballeros desconocidos que te llevan las bolsas de compra.
Adoro la vitalidad, la alegría, la energía y el pulso que tiene Madrid.
Es aquí donde llevo ocho años viviendo,
disfrutando, amando, sufriendo y creciendo. Y espero que la aventura, la
nuestra historia de amor, sólo acabe de empezar.
imagen: juan manuel cabezas