El concepto de la edad es muy curioso y últimamente le he
estado dando muchas vueltas a este tema. ¿Qué es actuar acorde con la edad? Yo tengo
31 años, ¿cómo se supone que tengo que ser?
Obviamente aquí la respuesta fácil es ¡si la edad sólo es un
número, qué cada uno haga lo que quiera! Vale, qué sí, pero a mí lo que me
interesa es lo que la gente – quiera o no – piensa que se deba o no hacer a una
cierta edad. Porque por mucho que se diga que no, existen normativas o expectativas
culturales que nos hacen actuar de cierta manera a cierta edad.
Y de ahí la pequeña reflexión de hoy.
La mayoría de las veces me siento muy por debajo de mi edad.
Eso porque no estoy casada, ni tengo novio oficial, hijos, hipoteca, coche o
televisión. Porque sigo cayendo en los mismos errores de cuando tenía veinte y
pocos y porque la mayoría de las veces mi comportamiento podría ser llamado… impulsivo,
cómo mínimo. Sigo saliendo por allí bastante más de lo que me gustaría admitir
y según cualquier cuestionario mi consumición de alcohol supera lo recomendado
cien mil veces. Salto comidas. Odio hacer la compra, de hecho. Muy pocas veces
llego a lavar los platos hasta que no se me quede ni uno limpio. La limpieza,
generalmente hablando, no es lo mío. Total, no soy de las personas a quien se
le confiaría a un bebé recién nacido en los brazos, qué digamos.
Cosas que dentro de mi cabeza me sitúan “a la altura” de mi
edad son: haber (por fin) terminado la carrera, tener un trabajo fijo, ser madre
y cuidadora de tres gatos. Vivir sola. No caer en los mismos errores de veinte
y pocos siempre. Intentar moderar la consumición de alcohol y tabaco, ir a correr,
querer disfrutar el día en lugar de la noche. Tener mejor gusto en ropa y
hombres, sin duda. Saber decir que no. No interesarme demasiado en lo que
piensan los demás. Ser mucho más permisiva y saber perdonar. Saber pasar
página.
Es divertido notar como estas dos partes de mi persona
alteran. Hoy ha sido un día adulto. Porque he sabido decir que no cuando me
apetecía un sí. Porque mañana tengo una cita de dentista a la que pienso acudir. Porque al final he conseguido sacar un montón
de trabajo a pesar de las ganas que tenía de echarme en la cama y ponerme a
pensar, soñar y olvidar. Porque he llegado al final del día sintiéndome un
poquito más yo, un poquito más fuerte y preparada de lo que era antes.
Así es la vida. Avanzar. Meter la pata. Lamer las heridas y volver con la cabeza alta, lista para ser abatida otra vez. Y aprender que no pasa nada, que sólo es la vida, no hay que tomársela demasiado en serio.
Entonces mejor ser un poco inmaduros la mayoría de las veces, digo yo.
Así es la vida. Avanzar. Meter la pata. Lamer las heridas y volver con la cabeza alta, lista para ser abatida otra vez. Y aprender que no pasa nada, que sólo es la vida, no hay que tomársela demasiado en serio.
Entonces mejor ser un poco inmaduros la mayoría de las veces, digo yo.
imagen: www.gettyimagenes.com